Tenía yo esto escrito por otro sitio… 03/05/2006
El problema que tenemos los que nos gusta escribir, es que, generalmente, una cosa lleva de suyo a la otra o al revés, también nos gusta leer.
Y claro, te pones a leer y te das cuenta, rápidamente, de que no sabes escribir. Y lo que es peor, de que probablemente nunca llegues a saber hacerlo. Por lo menos no como aquellos que lo hacen verdaderamente bien. Aquellos a los que a uno le gusta leer.
Así, en éstas, surge la duda. Y ya piensa uno que no merece la pena, que todo está escrito, antes y mejor, por otro que sí tiene el don, o la ciencia, o ambas cosas, para hacerlo. Y, sin embargo, y pese a todo, al final, uno, que la soberbia es la madre de todos los pecados, se pone a ello. Y haciéndolo, se da cuenta de que quizá, o eso quiere pensar, no es la soberbia la que le impulsa a escribir, sino la soledad. La soledad del que piensa o siente que, sin ser único, está aislado en su forma de ver las cosas. Y, entonces, quiere compartir esa forma de pensar o de sentir con otros. Con otros que, coincidan o no con él, leyéndolo, podrían mitigar su soledad, la de ambos, y, así juntos, cambiar en parte el desorden de las cosas. Y entonces, escribir deja de ser un acto de soberbia y se convierte en un esfuerzo por la esperanza. La esperanza de quien cree que, poco a poco, paso a paso, unas palabras y una intención, pueden cambiar las cosas.
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Nos vemos.
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